jueves, 4 de mayo de 2017

El escondite de los antivacunas

El ser humano a veces resulta un espécimen de lo más curioso. Aparte de la ya conocida piedra con la que nos gusta tropezar una y otra vez, es interesante ver como cuando logramos solucionar un problema, o por lo menos paliarlo, siempre hay alguien que opina que el remedio es peor que la enfermedad. En este sentido, se podría destacar a los negacionistas del VIH, es decir, gente que opina que el virus que provoca el SIDA es una gran mentira, y por supuesto al movimiento antivacunas.

La semana pasada pudimos ver el bochornoso espectáculo que dio este pequeño colectivo atacando en redes sociales a la bloguera Lucía Galán. En resumen, se trata de un grupo de personas que piensan que las vacunas son tóxicas y que causan enfermedades como el autismo, por lo que nadie debería utilizarlas.

Las razones que aluden los antivacunas son bastante conocidas. Las podemos resumir en este vídeo:


Para más información sobre estos mitos de las vacunas puedes ver nuestro tema de eDruida

Partiendo de la base de que todas las opiniones son respetables y que cada uno está en su derecho de escoger aquella que más le convenza, el problema con los antivacunas requiere un trato diferente. En este caso, el hecho de vacunarse o no, es un asunto de salud pública que afecta tanto a los que están a favor como en contra.

Me explico. Antes del descubrimiento de las vacunas, algunas enfermedades infecciosas como la polio podían pasar de una persona a otra sin ningún problema. Así, la enfermedad se propagaba sin que nadie pudiera hacer nada. Con la aparición de las vacunas y su implantación en los sistemas de salud hemos creado la llamada inmunidad de grupo. Es decir, como la gran mayoría de personas están vacunadas, y por lo tanto no pueden enfermar, el riesgo de contagio disminuye sustancialmente. De esta manera, una persona que no se vacuna puede permanecer toda la vida con un riesgo bajo de infectarse.

Para entender bien este fenómeno, en el siguiente GIF se puede ver el efecto de una enfermedad infecciosa en una población según el porcentaje de personas vacunadas (azul: no vacunado, amarillo: vacunado, rojo: infectado).




Parece llamativo que el hecho de que la mayoría de personas se vacunen protege a los que deciden no hacerlo. Así, se crea un escondite desde el que pueden opinar en contra de las vacunas sin riesgo a enfermar. Como bien argumenta Lucía Galán, en los países africanos al no contar con esta inmunidad de grupo nadie se puede permitir ser un antivacunas.

¿Pero qué pasa si está moda se extiende? La respuesta es bastante sencilla, con cada persona no vacunada el riesgo aumenta. Ya se están viendo casos de enfermedades olvidadas en nuestro país que reaparecen en personas que no han sido vacunadas.

En definitiva, dejemos de tropezar siempre con la misma piedra y que la sensatez gane por una vez.

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