Las aplicaciones para dispositivos móviles (apps) de salud están cada vez más presentes en nuestro entorno. Se estima que en la actualidad hay disponibles más de 165.000 y esta cifra, sin duda, va en aumento. Además del alto volumen de negocio que suponen, este auge se debe a que de ellas se esperan múltiples beneficios, tanto para el usuario, ciudadano y paciente) como para el sistema sanitario (empoderamiento del paciente en el manejo de su enfermedad y su tratamiento, promoción de hábitos de vida saludables, comunicación entre profesional sanitario y paciente, monitorización de parámetros clínicos y fisiológicos, almacenamiento inteligente de datos, acceso a poblaciones difíciles de alcanzar mediante vías tradicionales, reducción de costes sanitarios...).
No obstante, existen algunas limitaciones en el uso de apps de salud. Entre ellas, una de la más importante es la falta de regulación específica clara de este mercado, lo que plantea dudas acerca del funcionamiento de las apps (¿hacen realmente lo que dicen que hacen?, ¿están validadas?) y de la seguridad de los datos que los pacientes registran en las apps. De hecho, existe una creciente preocupación por parte de las autoridades sanitarias para garantizar la protección de pacientes y profesionales sanitarios en lo referente al uso de apps de salud. Así, aunque todavía no existen normativas específicas sobre este tema, se han puesto en marcha iniciativas encaminadas a ello tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea.
Respecto al funcionamiento de las apps, a modo de ejemplo, se ha publicado recientemente un estudio (1) realizado por investigadores de la Johns Hopkins University School of Medicine de Baltimore, en el que se evaluó una app desarrollada para medir la tensión arterial. Cabe citar que dicha app (que ya ha sido retirada) estuvo disponible durante 421 días, de los cuales 156 estuvo dentro del top-50 de ventas en la Apple AppStore (al menos se vendieron 950 copias diarias durante ese tiempo) con un coste de 4,99$. En total, se vendieron más de 148.000 copias. Pues bien, este estudio demuestra que las mediciones de presión arterial realizadas con esta app fueron altamente erróneas, estimando que el 77,5% de los individuos hipertensos fueron evaluados como normotensos, con el riesgo que esto supone para ellos. En los gráficos A y B se ve la diferencia entre los valores de presión arterial sistólica (máxima) y diastólica (mínima) medida con un método estándar (con un esfingomanómetro validado y calibrado) y con la app evaluada:
Si la app hubiera medido bien los valores, los puntos estarían muy próximos a la línea. Sin embargo, podemos ver la enorme dispersión de la nube de puntos, con valores muy alejados de la recta. Incluso muchos quedan en la zona de falsos positivos y de falsos negativos. En definitiva, un desastre...
Estudios como este nos deben hacer reflexionar tanto a las autoridades sanitarias, como a los desarrolladores de apps, profesionales sanitarios y pacientes acerca del riesgo que se asume al utilizar determinadas apps no validadas. Se debe avanzar en desarrollar mecanismos regulatorios estrictos que garanticen la validez de las apps de salud. Mientras tanto, nuestra conclusión es clara: antes de utilizar una app de salud, como en cualquier otro tema relacionado con la misma, consulte a sus profesionales sanitarios.
Un saludo.
1. Plante TB, Urrea B, MacFarlane ZT, Blumenthal RS, Miller ER 3rd, Appel LJ, Martin SS. Validation of the Instant Blood Pressure Smartphone App. JAMA Intern Med. 2016 Mar 2. doi: 10.1001/jamainternmed.2016.0157. [Epub ahead of print]