Se entiende por automedicación
aquella situación en que los pacientes
consiguen y utilizan los medicamentos sin ninguna intervención por parte del
médico (ni en el diagnóstico de la enfermedad, ni en la prescripción o la
supervisión del tratamiento).
Se trata de un fenómeno de creciente incidencia social. Así
lo atestiguan las últimas estadísticas dadas a conocer por el Ministerio de
Sanidad a través del Instituto Nacional
de Estadística: de la medicación consumida para los catarros, el dolor, la
fiebre y los reconstituyentes, más del 20% es automedicada.
La exigencia de recetas médicas para aquellos medicamentos
que la requieran es imprescindible, sin embargo, a pesar de ello, puede que
resulte fácil poder obtenerlos. Además, la disponibilidad de fármacos que no
requieren receta médica es amplia. Esto, unido a la falta de tiempo para acudir
a la consulta del médico en busca de un remedio para combatir cualquier
dolencia ha convertido la automedicación en un hábito común.
Existen varios motivos que llevan a romper el ciclo
paciente-medico-farmacéutico, entre ellos, considerar consejos de amigos, autodiagnosticarse
una patología que ya ha sufrido y tomar el mismo medicamentos que le habían prescrito, desconfianza en la palabra del médico,
dificultad de acceso a la asistencia sanitaria, etc... La automedicación es
frecuente en dolores de cabeza, problemas estomacales, resfriados, dolores de
garganta. Cada uno de los fármacos utilizados para tratar estas dolencias
llevan consigo ciertos riesgos al utilizarlos y sobre todo, si esto se hace de
forma incorrecta. Por ejemplo, los analgésicos pueden provocar daños en el
hígado, generar úlceras, los antibióticos generan un importante problema que es
la resistencia a los microorganismos que no solo trae problemas a nivel
individual sino también poblacional. El uso indiscriminado de antiácidos puede
provocar una alteración en la flora bacteriana intestinal aumentando el riesgo
de infecciones, deficiencia en la
absorción de vitamina B12, etc… Vale la pena destacar, que los “remedios
caseros” (como las plantas medicinales, infusiones, etc) también forman parte
del grupo de medicamentos mal utilizados. Algunas plantas medicinales se
comportan como verdaderos fármacos. Por esta razón, la administración conjunta
con “fármacos convencionales” puede producir variaciones en la magnitud de su
efecto.
En forma general, al cometerse este error nos exponemos a varios riesgos, como enmascaramiento de la enfermedad,
agravamiento de la misma, efectos adversos que pueden ser muy graves,
intoxicación, disminución de la efectividad…
Por todo lo expuesto anteriormente, le aconsejamos que
siempre, antes de tomar cualquier medicación consulte a su médico y/o
farmacéutico.
Espero que esta información les sea de utilidad.
Un saludo
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