Este término se utiliza frecuentemente
cuando oímos hablar de políticas sanitarias, pero ¿a qué se refiere
específicamente?
La Organización Mundial de
la Salud (OMS) lo define como la situación en la que “los pacientes reciben la medicación adecuada a sus necesidades
clínicas, en las dosis correspondientes a sus requisitos individuales, durante
un periodo de tiempo adecuado y al menor
coste posible para ellos y para la comunidad” (OMS, 1985).
Este uso incorrecto puede adoptar la forma de un uso
excesivo, insuficiente o indebido de medicamentos de venta con o sin receta.
A continuación se describen
algunos de los ejemplos que sobre uso “irracional” de los medicamentos describe
la OMS:
-Polifarmacia: uso de demasiadas medicinas por paciente
-Uso inadecuado de antimicrobianos: a dosis incorrectas o con
indicaciones inapropiadas (por ejemplo, para el tratamiento de patologías
víricas)
-Prolongación innecesaria en el tiempo de las terapias parenterales
cuando existe posibilidad de pasar a terapia oral
-Prescripciones no acordes a las directrices clínicas
-Automedicación
Las consecuencias de éstos
son por todos conocidas: resistencias a los antibióticos, aparición de
reacciones adversas a los medicamentos, falta de eficacia por
infradosificación, aumento de los costes en medicamentos,etc…
El uso racional de los
medicamentos es una labor de todos, profesionales sanitarios y pacientes. La
formación y la información sobre medicamentos es una de las partes
fundamentales que puede ayudar a los pacientes a utilizar correctamente su
medicación.
Entre todos podemos hacer
que el sistema sanitario sea más eficiente, haciendo que el uso adecuado
de los medicamentos los haga más
efectivos y que no se asocie a costes innecesarios.
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